viernes, 20 de septiembre de 2013

CLAUDIA


      Claudia está sentada en la cocina tomándose un café. Está muy nerviosa y no sabe por qué, pero presiente que algo malo va a pasar; mira hacia todos los lados y a ninguno en concreto mientras acaba con las últimas existencias de sus uñas, dando continuos golpecitos a la mesa con su pierna. De pronto, como si el destino no pudiera evitarse, alguien llama a la puerta. No hacen sonar el timbre, sino que dan tres golpes secos: pom, pom, pom.
 
Claudia se dirige hacia la puerta, tan asustada, que todo el cuerpo le tiembla.

-          ¿Quién es?- exclama con voz trémula desde su recibidor, acercando levemente la cara a la puerta.

      Al otro lado, escucha una voz muy familiar .... demasiado familiar.
 
-          Soy yo. Abre la puerta, por favor.

-          ¿Qué quieres?.

-          Sólo quiero hablar contigo, ábreme, por favor.

Claudia experimenta una lucha interna consigo misma, pensando si abre o no abre la maldita puerta.

-          Claudia, ábreme la puerta- se escucha desde el otro lado.

Y Claudia no puede resistirse.... y abre la puerta. Al otro lado hay una chica de edad similar a ella. En cuanto se abre la puerta, la chica entra con toda confianza, como si se conocieran ya desde hace mucho tiempo.

-          Hola, Claudia. ¿Cómo estás?

Pero Claudia no responde.

-          Sabes que hace mucho tiempo que quiero hablar contigo, no puedes evitarme más. Es inútil, Claudia y tú lo sabes tan bien como yo.

Y Claudia sigue sin responder. Llena su taza de café y prepara otro café para Ella, pero Ella no se lo bebe. Y sigue hablando .... Ella nunca se calla.

-          ¿Cómo te ha ido todo en estos últimos años?. A mí no muy bien, la verdad. Tenía ganas de verte, he estado muy sola.

Claudia enciende un cigarrillo y otro para Ella, pero Ella no se lo fuma y el cigarrillo se va consumiendo lentamente en el cenicero.

-          Claudia, no intentes evitarme, por favor. Sabes que es inútil, ambas lo sabemos. Teníamos que hablar tarde o temprano y de nada sirve que no quieras escucharme. Me escucharás.... siempre lo haces.

Ella sigue hablando y hablando, pero esta vez es diferente. Claudia es diferente y no tiene ganas de escuchar.... no quiere escuchar. Con las pocas fuerzas que le permiten sus nervios, Claudia le planta cara... grita .... berrea.....le empuja..... y por fin, la arrastra hasta la puerta de su casa y da un portazo tras de sí. Claudia se aferra a la puerta, como si tratase de impedir que un espíritu entrara en la habitación.... y llora.... llora durante varios minutos, que se transforman en horas; nunca había llorado tanto, pero esta vez, es de felicidad.

         A la mañana siguiente, en esa misma habitación, un inspector de policía y un médico, que parece que se conocen también desde hace bastante tiempo, charlan tranquilamente.

-          No puedo entenderlo – observa el médico - estaba muy bien últimamente. Además, nadie la ha visto hablando sola por la calle ni ha mostrado ningún síntoma de volver a escuchar esa voz. En las consultas parecía una persona totalmente normal, habíamos avanzado tanto....
 
-          Tal vez no haya sido ese el motivo – responde el inspector -. Son muchas las muertes que ha dejado tras de sí y la conciencia, en algunas ocasiones, te juega muy malas pasadas. Aunque haya sido liberada por trastornos mentales, puede que ella nunca haya conseguido liberarse de los remordimientos y de la culpabilidad.
 

Y mientras se alejan de la habitación, en la que ellos sólo pueden ver el cuerpo de Claudia colgando desde el techo con una soga cubriendo su cuello; otra persona, una chica de la edad de Claudia, yace inerte a su lado y Claudia, por fin, puede descansar en paz.
 
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario