AURORA
Hoy es un día muy bonito y soleado, pero no tengo muchas ganas de ir a
clase. Todas las chicas se meten conmigo tan sólo porque no soy como ellas. No
me gusta estar todo el día hablando de cosas idiotas, pintándome las uñas y
mirando revistas de modelos y de joyas. Este instituto no es para mí, pero mi
madre se empeña en que sí que lo es, en que sólo tengo que pasar un tiempo y
relacionarme más con mis compañeras. Yo me llevo mejor con los chicos, mucho
mejor. Hablamos de ordenadores, de viodeojuegos, de música y eso es lo que a mí
me gusta. Pero eso es aún peor, porque las demás, celosas, han decidido
extender rumores que no son ciertos y llamarme chupapoyas. Mamá, quiero irme de
aquí, me levanto cada día sin ganas de ir a clase y odio a todas mis compañeras.
¿Por qué no nos vamos? Pero no podemos, claro, porque papá ha encontrado el
trabajo perfecto en esta zona y como siempre, los adolescentes no pintamos nada
en la vida de los adultos.
Ni siquiera con la muerte de las cinco chicas de mi instituto en los últimos
tres meses mi madre ha decidido que nos marchemos. Eso sí, ahora no para de
agobiarme diciendo que no puedo ir tan sola, que tengo que ir acompañada a
clase, que me busque amigas. Viene conmigo todos los días hasta que cojo el
autobús y siempre que puede me espera también cuando llego. Además, no me ha
dejado salir durante el último mes. Eso no me facilita las cosas, mamá, no me
las facilita en absoluto. Y aunque le he jurado y perjurado que a mí no me va a
pasar nada, que no soy como las demás, no me quiere creer y me limita la vida.
No puedo más, es tan triste tener un bonito día y no poder disfrutarlo.
Cada mañana preparo mi mochila, con los materiales de clase y desde
luego, con mis propios materiales. Pero siempre tengo que llegar a casa a la hora,
siempre tengo que tener a mi madre encima, esperándome en la puerta y si no, en
el autobús. Así es completamente imposible vivir. Pero hoy hace un bonito día y
hoy va a ser todo perfecto, mi madre se ha ido a hacer unas compras con mi
padre y no volverán hasta la noche. Hoy no tendré a nadie esperándome en el
autobús ni en la puerta de casa, hoy no tendré a nadie que me llame al móvil si
me retraso cinco minutos de la hora de llegada y hoy no tendré que llegar a mi
hora, porque podré disfrutar de mi tiempo y porque no pienso volver a casa
hasta la noche.
El desayuno me sabe fenomenal, porque cuando una está contenta, todo
lo de alrededor es perfecto. Me voy, que voy a llegar tarde a clase. Por fin
puedo salir de casa un día sin mi madre. Tengo que darme prisa o no llegaré. Me
voy corriendo, pero no pienso dejar de cumplir mi ritual, me giro para ver lo
único maravilloso de este vecindario, la casa. Estos adosados azules son tan
bonitos que sólo por vivir aquí ya vale la pena aguantar todo lo demás, pero
claro, eso lo pienso en un día como hoy, en el que todo va a ser increíble.
Ahora voy a darme prisa para no perder el autobús.
Las clases han sido como siempre, algunas divertidas y otras
insufribles. El patio divertido, gracias a mis amigos y sobre todo, ignorando a
las perras que no saben qué hacer si no se meten conmigo. Ellas se lo pierden,
porque hoy no me va a afectar, hoy les sonrío y no saben por qué, pero hoy es
mi día. Por fin se acaban las clases y desde luego, no tendré a mi madre en el
bus esperándome. Ahora que llega el momento, estoy hasta nerviosa. No puedo
creer que por fin pueda ser libre, no puedo creer que por fin pueda disfrutar
de mí misma y de mis cosas. El autobús no está muy lleno cuando subo, las otras
chicas se sientan delante como siempre, yo prefiero quedarme aquí detrás,
pensando en mis cosas, en cómo será todo, en cómo voy a disfrutar de esta
tarde. Por suerte no son de mi clase y puedo pasar desapercibida durante el
trayecto. Tan sólo pienso en el parque, en las sendas, en las ganas que tengo
de pasear y disfrutar de todo, en lo despacio que va a pasar el tiempo esta
vez.
Hay un tipo extraño en el autobús y creo que me está mirando de reojo.
Mamá dice que a veces soy un poco paranoica y que lo he heredado de ella,
seguramente será eso, pero a mí me parece que me mira bastante. Yo me hago la
tonta y disimulo, es lo mejor. No quiero buscarme problemas esta tarde y que
acabe siendo una ruina.
Por fin mi parada, estoy ansiosa, nerviosa, me tiemblan las manos y
las piernas también. El corazón me late al cien por ciento y soy inmensamente
feliz. El tipo canijo del autobús se ha bajado detrás de mí, sé que no es
motivo suficiente y no quiero empezar a divagar, pero me está siguiendo. Voy a
dar una pequeña vuelta antes de ir a mi zona, para ver si tan sólo me lo estoy
imaginando. A veces me doy vergüenza a mí misma por ser tan paranoica y
fantasiosa, pero por suerte, siempre sigo mis instintos. ¿Y por qué no?, si me
gusta soñar. He empezado como si fuera un juego, pensando que me seguía y que
le tenía que despistar, pero he dado un par de vueltas por las manzanas de
alrededor de mi casa y creo que definitivamente me está siguiendo a mí. No sé
qué narices quiere, pero estoy empezando a ponerme nerviosa. No he de acelerar
el paso o se dará cuenta de que lo he visto. Por fin, aquí estoy, en los
adosados de mis sueños con el azul más claro que existe en el universo. Pero
estoy pensando que, si entro en casa, no podré salir después por si este tipo
sigue aquí, mi tarde perdida y arruinada, la única tarde de mi vida que tenía
para hacer mis cosas, la única tarde de mis sueños tirada por tierra por un
baboso y asqueroso. ¡Mierda!, ¿y ahora qué hago, qué hagooooo? Piensaaa, piensa
Aurora, piensaaaaaaa. Ya estoy llegando a casa, voy a disimular y me abrocho la
zapatilla mientras pienso si entro o no, a lo mejor deja de seguirme, pero no, ahí sigue, ha reducido
el paso, maldito cerdo baboso. De acuerdo, no puedo arruinar mi tarde, no puedo
hacerlo. Voy hacia el parque, mi parque, la zona de mis sueños, mi rincón
perdido, el lugar donde puedo ser yo misma y dejarme llevar por mis
ilusiones….. allí voy, a la derecha, siguiendo rápidamente la senda de los
arbustos y escondiéndome detrás del camino.
MILO
¡Mierda de día! Y mierda de vida. En el puto trabajo me han vuelto a
echar la bronca, porque el hijoputa de mi jefe me tiene crucificado. La cerda
de mi mujer me ha vuelto a dejar en casa cuidando de la pequeña Marta, lo único
puro y limpio de este mundo. Ojalá nunca crezcas ni te conviertas en alguien
como tu madre. Nunca me deja hablar, nunca me deja opinar, siempre tiene que
ridiculizarme delante de los demás y se ríe de mí continuamente. Yo no soy un
imbécil, ni un inútil como ella piensa. Yo soy muy ordenado, muy metódico y sé
hacer las cosas muy bien. Yo lo sé, tan sólo lo sé yo, pero llegará un día en
el que me atreveré y se lo explicaré a ella, ese día va a tragarse todas sus
palabras y temblará de miedo. Y llorará y me suplicará por su vida, pero yo
haré lo que mejor sé, para demostrarle que no soy un inútil. Verá cómo el pulso
no me tiembla cuando le abro en canal y le saco las tripas, cuando las corto en
pedacitos muy pequeños y cuando se las meto de nuevo por la boca. Entonces
podré ser feliz y me abandonará este condenado dolor de cabeza que me ataca
cada vez con mayor profundidad.
Marta se ha quedado dormida y yo ya no puedo aguantar más. Necesito
salir, necesito respirar aire puro, necesito que este maldito dolor de cabeza
desaparezca, necesito … mi medicina… sí, necesito mi medicina. Me dará tiempo
antes de que Marta se despierte y la zorra vuelva a casa, sé que me dará
tiempo. Tan sólo tengo que darme mucha prisa. Aquí tengo todo lo que necesito,
mi pequeño maletín con mis cosas. No me acuerdo si está todo y lo revisé el
último día, veamos. Tengo el botecito con el cloroformo y el pañuelo, tengo los
cuchillos bien limpios y el bisturí que cogí de la clínica de mi cuñado, tengo
las tijeras grandes, las bolsas de plástico, la cinta aislante. Lo tengo todo,
así que me voy cuanto antes, porque no quiero tardar demasiado.
Hoy tendré que coger un autobús hacia el sur, no puedo volver a hacerlo
cerca de aquí y el norte ya lo he frecuentado. Lo tengo todo controlado y planificado,
si mi mujer lo supiera… entonces dejaría de llamarme idiota. ¡Perfecto!, aquí
está el bus, es mi día de suerte. Además está bastante vacío y no hay nadie que
pueda fijarse en alguien como yo, un tipo bajito y bastante mediocre, con cara
de bonachón y aspecto bastante debilucho. Este autobús va directo a la última
parada del sur, así que en cuanto vea un lugar que me guste, me bajaré y
escogeré a quién quiero hoy. El día está precioso, hace un magnífico sol para
disfrutar de todo, estoy deseando encontrar a alguien lo antes posible.
De verdad que hoy es mi día de suerte, creo que nunca me habían ido
tan bien las cosas. Creo que estas chicas jóvenes que están subiendo al autobús
vuelven del colegio, o seguramente del instituto, porque no son unas niñas. Son
unas adolescentes, unas asquerosas adolescentes que sólo se dedican a joder la
vida a los jovencitos. Van con sus faldas cortas, sabiendo que a los hombres se
nos cae la baba al verlas contonearse y caminan moviendo el culo para
provocarnos. Luego atrapan a un pobre chico y al cabo de unos años se hacen
gordas y cerdas y le hacen la vida imposible. Mi mujer me lo hizo, también me
hizo la vida imposible mi madre y todas son iguales… todas. Menos Marta, que
ojalá nunca se convierta en alguien como su madre porque si no… no, Marta no,
ella es diferente. Todas estas zorras sí que son como mi mujer, también como mi
madre. Mira cómo se ríen, sabiendo que ellas son las que mandan, las dueñas del
mundo. Pero ni siquiera se imaginan que yo no voy a dejar que eso sea así, al
menos una de ellas no va a joder la vida a ningún pobre desgraciado, no lo
hará.
Hay una chica rubia, separada de las demás, que va muy callada y
pensando en sus cosas. Creo que es la adecuada, está sola y además bastante
concentrada, con lo que me será más fácil. Hasta la selección la hago de forma
ordenada, ¿soy ordenado y muy útil o no?, ¿soy trabajador?, lo soy, claro que
lo soy, no necesito que nadie me lo reconozca, yo lo sé y ellas lo saben cuando
lo hago, con eso me conformo.
Dos paradas, tres paradas, perfecto, esta es la parada. Tranquilamente
y sin que nadie me mire bajo del autobús detrás de la joven, la seguiré un rato
y espero que no llegue en seguida a su casa, o tendré que buscar a otra. Esta parte
de la ciudad es muy bonita, nunca había estado aquí, pero hay bastante zona verde. Me gustan los árboles y los jardines,
me relajan. ¡Mierda!, creo que va a entrar en esa casa, joder, si entra me va a
fastidiar el plan. Se para y se abrocha la zapatilla, ahora se gira un momento
mirando el cielo, creo que es bastante despistada, perfecta para mí. ¡Genial!,
parecía que iba a entrar en ese pequeño adosado azul, pero sólo se ha parado a
abrocharse la zapatilla y mirarse la mochila. Ahora sigue hasta la zona
ajardinada del fondo, más allá de los adosados. Está atravesando un jardín muy
amplio y parece que se va a meter en el parque, es un parque enorme y aquí
puedo hacer todo lo que quiera sin que nadie me vea, tal vez pase algún
corredor por la zona, pero soy rápido y pronto me esconderé en un lugar para
terminar mi faena. Perfecto, gira a la derecha y desaparece entre los arbustos.
Voy a acelerar el paso, porque no quiero que se me pierda, es todo tan
sencillo. Muy bien, aquí están los arbustos, ella tiene que estar por aquí,
exacto, oigo pasos, voy a cruzar la senda que hay entre la maleza y saltaré a
su espalda. A ver, el trapo, la botella, perfecto, se dormirá en apenas unos
segundos y lo demás corre de mi cuenta. Allá vamos……
AURORA Vs MILO
Una batalla con desventaja nunca se ha considerado una gran batalla y
en este caso, se podría decir lo mismo. Aurora permanece escondida tras un
matorral, su matorral preferido. Milo entra por el camino y atraviesa la senda
de arbustos. Aurora observa que lleva un trapo en la mano y pronto se imagina
de qué se trata. Milo está acercándose cada vez más a Aurora y ella se arrastra
por detrás de la maleza, tratando de no hacer ruido. Milo escucha un ruido y se
gira rápidamente, se dirige hacia un gran arbusto verdoso que hay en mitad del
camino. Lo aparta y se asoma para encontrar detrás a la joven. Aurora no está
en el arbusto, aparece por detrás de Milo y con una agilidad impresionante,
como sólo la tienen las chicas de su edad, agarra el cuello de Milo y le
atraviesa con una aguja la vena principal. Milo cae tendido al suelo. Aurora
arrastra a Milo detrás de los matorrales, detrás de su zona, donde nadie pasa
nunca, donde nadie puede impedirle que disfrute de su vida y de sus sueños.
Saca de su mochila las cuerdas y la cinta aislante y amordaza a Milo
fuertemente. También le tapa la boca. Después, se tumba para disfrutar del sol
y espera, espera, espera….
Milo se despierta amordazado y completamente inmovilizado. Aurora le
sonríe y le saluda con la mano, está tumbada a su lado, disfrutando de los últimos
vestigios del sol de la tarde. Se levanta, abre su mochila y saca un enorme
cuchillo, lo limpia cuidadosamente con un trapo blanco y de nuevo, vuelve a
sonreír a Milo.
-
Hola, Milo – le dice – No te asustes, no soy
adivina, lo he visto en tu DNI. También he visto todo el equipo que llevas, es
increíble, la verdad es que me encanta. Mira, esta es mi zona, ¿te gusta?-
señalando los alrededores - Yo creo que es muy bonita, es apartada, grande,
verde, perfecta para mí. Creo que tú no tienes una zona, ¿no? Eso no es de ser
muy listo, porque si no tienes zona has de empezar a improvisar y corres
riesgos que no son necesarios. Bueno, eso es lo que yo pienso, pero imagino que
cada uno lo hará a su manera. Esto es muy curioso, ¿verdad? Creo que tú y yo
habíamos salido hoy a la calle a hacer lo mismo. ¿Te imaginas las
probabilidades que existen de que dos personas como nosotros se encuentren cara
a cara, que uno sea el objetivo del otro? Es impresionante. Estoy más
emocionada que nunca en mi vida, creo que es algo que sólo puede ocurrir una
vez y me ha tocado a mí. He de darte las gracias, la verdad es que hasta ahora
yo sólo lo había hecho con chicas de mi edad, del instituto. Son las que más
suelen venir a pasear al parque y además, me es muy fácil atraer su atención, y
he de confesarte que tengo algo personal hacia ellas, como ellas lo tienen
hacia mí, jajaja – hablaba cada vez con más intensidad, emocionada,
gesticulando con la cara y los brazos de una forma exagerada, como tan sólo una
persona desquiciada podría hacerlo. Milo permanecía callado, mirando a Aurora
con los ojos muy abiertos, todavía no podía creer lo que le estaba sucediendo –
Por cierto, yo me llamo Aurora. Mira, esto es lo mío. Este es un cuchillo que
le cogí hace algunos años a mi madre y ni siquiera se ha enterado – y le iba
mostrando todo conforme se lo explicaba – a veeeeer – revolviendo en la mochila
– también tengo esto, que son unas ampollitas para quedarte dormido, estas
inyecciones se las mandan a mi abuelo y como yo soy la que le pincha desde hace
muchos años, pues digamos que las administro, jajajaja. De todas formas,
tampoco puedo usarlas mucho porque mi madre me controla la vida, ¿a ti te
controla alguien o tienes libertad total? Pufff, eso sería maravilloso, tengo
unas ganas de ser mayor y poder hacer lo que quiera, así sí que tiene que ser
fácil. Mira, también esto, que es una especie de cuerda que se tensa muy
fácilmente, la robé de la clase de gimnasia, unos guantes, un gorro de plástico
y también gorros de plástico que me pongo en los pies. Esto es un delantal,
para que no me salpique y este plástico de aquí, mira, este lo compré en los
chinos. ¿Sabes lo que es?, es un plástico de los que se usan para tapar la ropa
cuando llueve. ¿A que es una idea genial usar este plástico? Es fácil de
conseguir y muy barato.
Aurora iba colocándolo todo con mucho cuidado en el suelo, algunas
cosas las sacaba y las volvía a meter en la mochila. A continuación, se acercó
a Milo con el cuchillo y le sonrió de nuevo y por última vez.
-
Bueno, Milo, creo que ya sabes lo que va a
pasar. Por cierto, ¿te importa que me quede con tus cosas? La verdad es que la
idea del cloroformo me seduce mucho más que la de mis inyecciones, porque a
veces cuesta ponerse detrás de alguien y pincharle, sin embargo, un trapito es
algo bien sencillo de poner en la nariz, jajaja. Ah, si te preguntas qué haré
contigo después, he de decirte que depende de la hora a la que acabemos, te
guardaré en el congelador de mi garaje hasta que pueda deshacerme de ti o te
tiraré directamente al río. En fin, vamos allá, manos a la obra.
Aurora comenzó a disfrutar de su tarde como nunca lo había hecho.
Además, podía ir explicándole a Milo todo lo que hacía, puesto que él lo
entendería bien, también quería que se sintiera orgulloso de ella, que
envidiara sus técnicas y su perfeccionamiento, a pesar de ser tan joven. Por
eso, pensó que era más sencillo cortarle primero algunas partes y taponar las
heridas, para que tardara más en morir y pudiera escucharla bien. Parece que
estaba sorprendido, porque los ojos se le iban a salir de las cuencas. Por fin,
después de sufrir durante horas, Milo cerró los ojos y murió. Aurora terminó su
faena y se dio cuenta de que ya era muy tarde, así que metió los trozos que
tenía en bolsas de plástico y los llevó disimuladamente en su mochila hasta el
congelador de su garaje. Por la noche, durmió como un bebé, después de que su
madre le preguntara qué tal le había ido el día y si había hecho muchas cosas.
A la mañana siguiente, Aurora iría hasta el autobús acompañada por su
madre, que se preocupaba mucho para que nada le pasara a esa inocente
jovencita. La mujer de Milo, descubriría que ya hacía 24 horas que su marido
había desaparecido.
Al cabo de unos meses, Milo aparecería en el río o al menos, algunos
de sus trozos. Su mujer lloraría desconsoladamente su muerte, ya que a pesar de
ser un inútil, era una muy buena persona y un buen padre. Nadie sabría jamás
que al hombre al que estaban llorando en ese velatorio, había sido el causante
de muchos otros velatorios a lo largo de su vida. Tampoco nadie sabría nunca
que había luchado y salido derrotado en una batalla con desventaja, a manos de
una joven que gustaba de sus mismas aficiones.
Al cabo de unos años, 10 muertos más aparecerían en ese mismo río, la
mayoría chicas jóvenes del instituto, pero a la policía le preocupaba el hecho
de que el asesino ya no parecía tener un patrón concreto, puesto que también
había otras víctimas con características totalmente variadas y nada en común.
Posiblemente, el asesino estaba evolucionando. La descripción que los
psicólogos y criminólogos más prestigiosos de la zona habían hecho del mismo
era la siguiente:
“El asesino es un hombre, posiblemente caucásico. Mediana edad, unos
40 a 50 años. Se siente impotente ante las mujeres y es posible que haya
recibido maltrato psicológico en su infancia por parte de su madre. No tiene
buenas relaciones sexuales y busca el clímax asesinando a las víctimas, que
aunque nunca presentan marcas de violación, son despedazadas y descuartizadas
con una frialdad y brutalidad propia de un clímax sexual y de perversión.
Seguramente vive fuera de la ciudad, lejos de la zona de las muertes y se
traslada por vehículo propio, vigilando a las jóvenes durante varios días antes
de actuar. Por último, arroja a todas sus víctimas al río para deshacerse
definitivamente de ellas, puesto que una vez termina el asesinato y el fulgor
sexual, los remordimientos empiezan a acecharle. Además, ese río es de suma
importancia para él, lo relaciona con algún acontecimiento importante o algún
trauma que pudo pasarle en el mismo o en otro río similar”.
“Aurora, una joven de 15 años de edad, sin problemas familiares de
maltrato psicológico ni complejos de ningún tipo. Aurora, con buenas relaciones
sexuales con los dos novios que había tenido a lo largo de su juventud. Aurora,
que vivía en la ciudad, que tenía frente a su casa una zona verde y
maravillosa, alejada del resto del mundo y donde poder llevar a cabo sus
pequeños juegos (como ella les llamaba), que no tenía coche ni edad para tener
carné y mucho menos remordimientos. Aurora, que se encontró un día por
casualidad con un enorme río donde poder deshacerse de los cadáveres que le
molestaban. Esa…….. era Aurora”.